El miedo a perderte
- Alfonso E. Bocanegra Gamboa
- 25 ago 2016
- 4 Min. de lectura

Quiero que me regalen un pollito, uno amarillo, de esos que cambian en el mercado por botellas de ron, botellas de cerveza antiguas que no sirven para nada, botellas que pierden el color día a día, de esas botellas que no se pueden aplastar.
Quiero un pollito para dejarlo morir, un pollito amarillo, quiero criarlo en mis manos, darle de comer maíz y sentir ese pico pequeñito en mis palmas y correr detrás de él para que con su piar me persiga creyendo que soy su madre y sonreír por su grave, pero comprensible error.
Un pollito para poder sentir un poco más lo que nunca he sentido, para que se vaya a los tres días de haber llegado, sentir su cuerpo caliente y pequeñito en mis manos, tal vez las botellas no fueron suficientes, “tuvimos que pagar con más soles”, le dije a mi padre llorando, “es mejor que se vaya” me contestó él, y mis lágrimas caen desesperadamente en su pecho, sintiendo que es la primera vez que alguien a quien amo se va, quizá como dice mi padre: “es mejor”.
Algún día aprenderé a dejar ir, nunca me lo enseñaron. Nunca se ha asomado por mi sala las alas de la muerte, ni sus negros sauces. Nunca se me ha acercado ni un poco ese día negro en donde gritaré mis ausencias, ni me he sentado en el velador esperando su nuevo grito de esperanza.
Mamá está al lado, papá la acompaña, si algún día se van, no quiero que me informen, solo quiero enterarme, pero sin que nadie me lo diga, huir de casa, salir corriendo en silencio, caminar con miedo por todos los parques de Lima, mirar las parejas que se aman locamente y disfrutar al observar a esas pobres almas que corren por el malecón huyendo de lo inevitable, de lo indefenso, de la lucha por no caer en las olas del futuro que están a punto de llegar, pero que no queremos que lleguen.
Cuando mamá se vaya no estaré a la puerta, no miraré sus ojos negros cerrarse, ni escogeré la ropa que quiero que se ponga, tampoco lloraré, prometo que no lloraré, porque las lágrimas solo se derraman por gentes mortales y ella es infinita. No me ocultaré de todos, solo no estaré para ellos, ni usaré lentes negros en su entierro para que vean mis ojos orgullosos, llenos de esperanza de verla en este camino que es mi imaginación, que es mi amor por volver a encontrarla en esta brecha que ella me enseñó a caminar con sus propios pies.
No necesito quedarme quieto porque a pesar que lo hago me muevo en este silencio que es la vida, la noche es serena, no hay bulla por las calles, los autos dejaron de pasar, la madrugada está dando sus primeros momentos de fulgor callado y lleno de venganza, el temor a perder a todos es indeseable.
Temo perder a mis perros, porque no tendría a nadie que me ladre.
Temo perder el cuaderno en el que escribo todas mis “tonterías” como me dijo mi padre cuando era más joven, porque sin ellas me daría cuenta que soy un fracasado.
Temo perder mi amor por el amor que temo, porque no habría porque levantarse por las madrugadas a teclear como loco las letras de la laptop.
Temo perder a mi novia, porque no habría nadie más que me ame así, exactamente como soy y arriesgarse día a día a amarme.
Temo perder la vida que vengo viviendo, porque fue tan difícil llegar a ella y será aún más difícil volver a tenerla.
Temo perderme en este camino y temo perderme en el tuyo, porque los caminos nuevos dan miedo, pero siempre dan ganas de caminar en ellos.
Temo perder estas ganas locas de escribir un poco más, porque quiero seguir mi sendero, ese por el que siempre creeré que he nacido.
Temo caminar más en este camino que no tiene rumbo, pero a pesar de eso quiero más zapatillas, y si no hay zapatillas habrá sandalias y si no hay sandalias, los pies tendrán que hacerse cada vez más sabios.
Temo dejar de escuchar música, y creer que algún día la vida tendrá melodía de fondo.
Temo dejar de escuchar, por que oír puede hacerlo todo el mundo.
Temo olvidar que tengo un teléfono para que me llamen o para llamarme a mí mismo cuando me pierdo.
Temo olvidarme de mi nombre y lo apunto a cada rato en un papel del cuaderno que temo perder.
Temo olvidarme lo que quiero decir y sobre todo temo no decir nada.
Amanezco con miedo todos los días, amanezco temiendo algo, perder velozmente el habla porque si es que lo hago nadie me entenderá, seré un analfabeto con el lenguaje de manos.
No quiero perder nada, estoy muy bien así, pero el destino que es tan imprevisible se encargará de no hacerme caso, de cerrar mi libro sin esquivarme, de olvidar el pollito que quería que me regalen.
Algún día perderé algo y me dolerá, lloraré de verdad como el niño que perdió su trabajo que con tanto cariño y amor le había costado hacer, me disculparé, ocuparé mi tiempo y actuaré un poco más en este escenario diario, de todos los días llenos de son y de sombra, pero con un solo agujero.
No puedo negar que temo perder, pero siempre se pierde a alguien sabiendo que al otro lado del camino hay alguien más, esperando que lo que tú has perdido,… él lo encuentre.
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