De tu ausencia y de ti
- Alfonso E. Bocanegra Gamboa
- 7 sept 2016
- 4 Min. de lectura
“Las ideas son balas hoy día, y no puedo, usar flores por ti. Hoy quisiera ser viejo y muy sabio y poderte decir lo que aquí no he podido decirte: Hablar como un árbol, con mi sombra hacia ti…”
Silvio Rodríguez
Anoche soné contigo, estaba muy dormido, demasiado dormido como para sentir como la cama enfriaba mis talones, sentía que no tenía la frazada que me regalaste, que no habías tendido mi cama para hacerme recordar lo tan descuidado que puedo ser. Me hiciste un cariño en la cara y me dijiste que las cosas se deben hacer aquí y ahora y no “dentro de un ratito”, oculté mi rostro de sueño y nuevamente volví a dormir, “Cuantos versos de amor se pueden formar de tu boca” pensé.
Me desperté desesperado, hundido en el dolor, el sueño había sido exacto, te fuiste, pero no te vi, te quedaste en medio de la nada buscando alguna forma para que tus hijos te amen más, corriendo al mercado como todas las mañanas, luchando por los precios y su carrusel de emociones, mirando el bolsillo roto y cargando todo el peso de los años en tu espalda, caminas siempre, de costado, de pie y sin decir nada, pero caminas y eso es lo importante, como cuando me dices “Las cosas se hacen, no sé cómo, pero se hacen”.
Todos los días me recuerdas cuantos años tengo y cuantas deudas debo pagar, eres mi mitad perfecta, andas por la casa cansada y te sientas en el sofá a dormir la siesta, pasan cinco minutos y dices: “Ya descansé” como si hubieran pasado horas en una cama caliente como te mereces, pero eres así y morirás así, trabajando porque hay que comer, luchando porque si merezco el pan de cada día debe ser por mi trabajo.
Miras muchas novelas de todo tipo y te emocionas, le hablas al televisor para que algo no pase y me divierte ver como sufres de amor, seguramente recordando algún pasado con mi padre y si es que no es con él, ¡que mierda!, total tu vida no debe estar alrededor de un hombre, pero siempre con tu buen talante y tus grandes costumbres de mujer de tiempos que no son estos tiempos me dices: “Me casé con él, es mi cruz, pero moriré a su lado”, me saco el sombrero un rato y pienso en ustedes y se me derrumban un poco de lágrimas del corazón.
Cuando hablas de tus hijos eres única, no hay manera de que hables de ellos y no llores, es como tocarte el corazón con una aguja, limarlo un poco y nuevamente salir a la luz con la aguja llena de sangre, pero con el amor siempre de pie. Me distraigo cada vez que hablas de ellos, porque aun no entiendo lo que es amar de verdad, debe ser que amar de verdad solo es a los hijos, porque tú siempre has amado todo en serio y para siempre, a pesar de los gritos, los malos ratos, las obsesivas formas de reclamo de alguna de ellas, los secretos más guardados, la economía (siempre he pensado que el presidente se pierde una gran ministra en ti), los platos rotos, la manera poco ortodoxa de enseñarme las cosas.
Quisiste ser maestra, me contaste una vez, eres la mejor, pienso a cada momento. No necesitaste una sesión de aprendizaje, ni saber los conceptos teóricos y básicos de Ausubel, o Piaget o describir fielmente la educación en Finlandia, solo necesitaste un corazón que desde que naciste lo tienes del tamaño del mundo y un poco más. Fuiste madre de tus hermanos cuando tenías que ser madre de tus muñecas, fuiste madre de tu esposo, cuando te correspondía ser solo esposa, fuiste madre de muchos hijos que no eran tus hijos, pero ¡carajo! Que ganas de amar a la gente, en el camino te decepcionaron, pero eso no hirió tu corazón de mundo, es más, lo hizo de piedra, pero sin olvidar las fragancias de otoño de una rosa que siempre está pegada a tu pecho.
Mañana, cuando te vayas, quiero pedirte que no me lo digas, quiero que te quedes callada por favor, me escribas una carta con tu letra tan extraña pero llena de mundo y me expliques nuevamente como cuando era niño, ¿por qué las mariposas vuelan al lado de las flores? Y ¿por qué las abejas nos pican los dedos hasta hacerlos hinchar? Búscame la mejor camisa y plánchamela por favor, que necesito ir a una entrevista, camina por mi costado un momento más y tómame del brazo por el barrio como si estuvieras orgullosa de mí, como si tu hijo fuera el más grande, el que quieres y el que amas para siempre.
Cuando te vayas, no me lo digas, vete despacito para no despertarme, déjame en este sueño irreal que es la vida y pasa corriendo por mi costado con ganas de ir al baño para que no te gane la pila, abre nuevamente la tienda y reniega un poco más para darme cuenta que aún estás a mi lado. No busques pretextos para olvidarme, prometo traer tus tapers todos los días para que tu ceño no se frunza en la lisura, papá estará muy triste, tampoco podrá vivir más, tu recuerdo será mucho más que una foto en la sala o en el celular o en ese lugar bendito que siempre está mi lado porque tú me lo heredaste llamado corazón.
Cuando te vayas, ten lista mis maletas porque me voy contigo, ten listo el corazón para que entre el de los dos en una sola caja y no te olvides de mí, porque la vida siempre será vida mientras estemos aquí y la muerte se podría convertir en vida cuando me mires a los ojos y aún pueda pronunciar esa palabra que de tu boca se escucha mejor que en cualquier boca y que en tu rostro se mira mejor que en cualquier rostro y que de tus manos se siente mejor que en cualquier mano, esa palabra que solo tú sabes decir de verdad y no de costado, de verdad y no a tientas, de verdad y para siempre:
“¿A qué hora te vas a levantar Alfonso?”

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