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La felicidad

  • Alfonso E. Bocanegra Gamboa
  • 16 sept 2016
  • 4 Min. de lectura

La felicidad es dormir, parecerse un poco a la muerte y estar despierto por naturaleza y en el otro mundo que no conocemos por sorpresa. Soñar mucho y no perder el sueño, recordar todos y cada uno de tus pasos en el país de Morfeo, sentirlo, creer que es realidad, sonreír durmiendo, amanecer llorando, creer cada vez más en ti y hacer lo que te venga en gana, es tu sueño, silencio, necesitas dormir cinco minutos más.


La felicidad es estar triste de vez en cuando, no podemos ser todo el tiempo inconscientes, si la vida a veces te da sonrisas y lo disfrutas, también disfruta tus tristezas, que ellas merecen la pena vivirlas, no te hundas en rencores sin infortunio, total la vida es una y cuando corten la señal no podrás disfrutar ni siquiera de tu tristeza.


La felicidad es leer, leer el periódico, leer un libro, leer un Joyce o un Cortazar, creerte Principito de tu propio cuento o gobernar un Macondo en tu imaginación, leer cosas que no tengan sentido, porque en ese sin sentido para ti, alguna vez tuvo un sentido en alguien y esas letras causaron sangre en otras personas. No podemos convertirnos en Baudelieres de un momento a otro, tampoco ser Vallejos que andan por Paris recordando Santiagos, pero por lo menos podemos ser nosotros mismos recordando a nuestros padres, ser tú mismo cuesta, cuesta mucho, pero verás que el camino, por más largo que resulte, algún día llegará a la casa de la abuela, ¿qué sería de ti sin los lobos feroces?


La felicidad es caminar, por la noches o por las mañanas, la vaina es caminar, por donde quieras, solo camina y observa, mira cada uno de los lugares por donde depositas tus pasos, cierra el entrecejo un poco para que mires mejor y no te olvides de tus lentes, recuerda que no solo usa lentes el que va al oftalmólogo, sino que también aquel que necesita mirar la vida de verdad y sin comprar libros de historia, que no cuentan la historia de los hombres que hicieron la historia. ¡Nunca te olvides de tu pueblo!


La felicidad es amar un poco, ten cuidado con esa palabra porque tiene corazón y ese señor sin cabeza no sabe pensar, amar es ser clandestino, sacarle la vuelta a la vida sin que se dé cuenta. No es bueno creer que vives en un cuento de Disney cuando nunca has visto un castillo, tampoco es bueno pensar que llegará a tu vida tu príncipe azul o tu princesa encantada cuando no te bañas todos los días, los días más hermosos de la vida son aquellos que no se planean, solo llegan te sonríen de lado y ¡ya está!


La felicidad es mirar a las personas que amas, solo mirarlas por el simple hecho de mirarlas, sentir su presencia a tu lado y no decirles nada, absolutamente nada, hasta que ellas (y ellos en muchos casos) se den cuenta que tu silencio es el más grande acto de amor que puede existir en ti, si algún día mueren sería una falta de respeto estar en su funeral, es mejor pensar que andan por allí caminando por el mundo, se mudaron a Honolulu o a las Islas de Pascua, escribirles de vez en cuando al Facebook y esperar día a día con el celular en la mano su respuesta, es bueno engañarse a uno mismo para aliviar el dolor que te ocultas en un espejo sin marco.


La felicidad es jugar, jugar como niños en cuerpo de adultos, no olvidar nuestra vida de los primeros años y ser fuerte como cuando teníamos tres, volver a hacer avioncitos de papel y tirarlos sobre el mar de quehaceres diarios que es la vida de adultos, ir a los columpios una vez al mes por lo menos, a sentir ese aire frío y constante que aborda nuestros estómagos, sentir la adrenalina de un sube y baja y pintar esos dibujos de palitos que dicen ser hombres de verdad.


La felicidad es creer en algo, en lo que sea pero creer, si un día amaneces con ganas de creer en Jehová, hazlo, si quieres creer en Alá, hazlo, si quieres creer en Buda, hazlo, si quieres creer en el carnicero o en tu barbero de turno, también hazlo, pero nunca olvides de creer en alguien que jamás te fallaría: tú mismo, porque pueden pasar años o décadas, semanas o siglos, meses o milenios, pero tú siempre serás reo de tu existencia y el tamaño de tus cadenas dependerá de ti y tu libertad dependerá de qué tanto crees en ti mismo.


La felicidad es comer, no en horas determinadas, solo comer. Siempre he pensado que las peores enfermedades llegan por la boca (hay que tener cuidado con los besos, los de todo tipo). Uno decide qué hacer con su boca, porque es la puerta de nosotros, si decides hacer algo con ella, asume tu responsabilidad, pero no te limites, la mejor comida es aquella que se disfruta trago a trago como si fueras el último Romeo mirando a Julieta sobre sus brazos.


La felicidad es hacer lo que quieres, lo que te venga en gana, lo que un día te haga decir “Me valió verga la vida”, pero disfrutando, siempre disfrutando, porque no hay peor ciego que el que se pone su propia venda y no hay peor idiota que el que piensa que los demás son los idiotas. Disfrutar es hacer todo sin darte cuenta que estás haciendo todo, es caminar con los pies descalzos sobre fuego y sentir cada paso, hacer un collage de tu vida todos los días antes de dormir y decir: “Le saqué un poquito la mierda a esta mierda que es la vida”, disfrutar por las palabras que dices, por los besos que das, por los minutos que pasan y no se convierten horas, por las nostalgias por los que se van, por la música que escuchas y no quieres escuchar y por ti mismo, que todos los días eres feliz, porque simplemente lo decidiste y eso es todo, decidir y no tomar más cosas que decisiones, pero tuyas, buenas o malas pero tuyas.


La felicidad es todo esto, pero también puede no serlo si tú no lo quieres así.


La felicidad seguramente y sin dudas, eres tú.



 
 
 

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