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Los padres presentes

  • Alfonso E. Bocanegra Gamboa
  • 13 nov 2016
  • 5 Min. de lectura

Los biólogos dicen que el tamaño del corazón es del tamaño de nuestro puño, yo creo que el tamaño del corazón es del tamaño de nuestras historias.


Las historias que se viven diariamente, los momentos al lado de la persona que queremos con nosotros, la vida que si queremos vivir y no nos lo permiten, la vida que hemos decidido vivir a pesar de los problemas.


“El corazón es un órgano muy delicado”, me dijo la doctora esta semana cuando me dio un principio de taquicardia, cogía mi pecho pensando que se iba a salir, pero no se salió, un poco de agua siempre es la solución, la doctora tiene razón, pero no tanta, porque el corazón no se nutre de amores inconclusos, sueños desvelados o historias sin componer, se compone de momentos, momentos contigo, momentos de soledad, pero momentos, siempre momentos.


Mi padre nunca fue a la escuela que yo recuerde, siempre tenía algo que hacer, mamá si iba, pero no estuvo en mi “debut” como actor en una obra de teatro, lloré, lloré mucho, el personaje tenía que hacerlo y lloré no por lo que decía, sino por la ausencia de mamá, ella estaba sola en casa, tenía que trabajar y lo comprendía, pero en ese momento no, era la hora de las soledades eternas.


Los padres de ahora andan menos preocupados por sus hijos, todos andan con la corriente, son pocos los salmones, los que escuchan, los que se preocupan, los que les late el corazón cada vez que mencionan los nombres de sus hijos, esos padres no son ausentes como el gran porcentaje de padres en el mundo, son presentes como la minoría, pero que se va agrandando como el fuego grande, como el fuego loco que tiene que causar incendios.


Los padres presentes miran a sus hijos como enamorados, les brilla los ojos, quiero pensar que les vuelan maripositas en el estómago y ellos no piensan que es diabetes. Son celosos con cada uno de sus movimientos y cada vez que quieren algo dicen que sí, pero acompañan esa afirmación con el tan bello y delicioso: ¿Para qué?.


Los padres presentes buscan en sus notitas de colegio un sin sabor de boca, algo que los ayude en su investigación diaria de aquello que sus hijos callan, no lo hacen por mala leche, no lo hacen por desconfianza, lo hacen por amor y las cosas que se hacen por amor, amor del bueno, amor de padre presente no se refuta, ni se duda, se acepta también con amor y corazón (aunque a veces se equivoquen).


Los padres presentes se ocultan detrás de los árboles para ver crecer a sus hijos, son mejores en vestuario que los del grupo terna de mi país, siguen a sus hijos, los buscan en los bares, en las discotecas, en las miradas ocultas bajo un roce silencioso de un chico o una chica cómplice y preguntan: ¿Quién es?, a pesar que en el fondo, más en la orilla que en el fondo saben quién es, se hacen los idiotas, pero no lo son.


Los padres presentes no huyen a los problemas, los enfrentan, si tienen algo que decir lo dicen, no buscan formas ni remedios, solo lo dicen, a veces hieren con sus palabras, pero es mejor herir un poco, a quedarse callado por el miedo de no herir, saben muy claro que cuando sus hijos crezcan lo entenderán, tarde o temprano lo entenderán y en el lecho de su vejez ellos le dirán ese tan ansiado, preciado y bienvenido: “Gracias viejo”.


Los padres presentes dejan vivir de verdad, no se jactan de decir que tienen a sus hijos en los hilos de su tela de araña, sino se jactan de decir que no los acorralan sino que los hacen pensar, les gusta que ellos se equivoquen, les gusta volver a levantarlos, ya sea a los cinco, diez, veinte o treinta y cinco años, a la edad que quieran podrán ser bastón para caídas amorosas o sombra para días sin dinero, ellos son héroes sin poderes, pero con una capa muy grande, roja y grande como su corazón.


Los padres presentes miran a los ojos a sus hijos y ven el mundo, ven su mundo, ven el mundo de los demás, se emocionan al recordar el primer día con ellos, lloran por el último día juntos, recuerdan el días más feliz y siguen llorando, dicen a todos sus amigos lo lindos que se van poniendo sus hijos al crecer y se enorgullecen de sus logros cuando los hay, pero cuando no los hay también le sacan el jugo diciéndoles: “Siempre habrá una nueva oportunidad para sacarle un poquito la mierda a la vida, que es aquí y ahora”.


Los padres presentes esperan pacienciosos el momento preciso de gritar, escuchan, miran y creen sus hijos hasta el último momento, no les ponen abogados porque ellos son su mejor defensa, nunca dirán que son malos porque la maldad no crece de una familia con corazón, no pensarán en un adiós mientras ellos sigan diciendo hola y jamás de los jamases pensarán en su ida, porque ellos siempre recordarán la noche, la mañana o la tarde de su venida como el más hermoso segundo, el más hermoso segundito que les regaló la vida.


Los padres presentes le dicen la verdad a sus hijos, aunque les duela, aunque esa verdad tenga algo de maldad se lo dicen, y en esas lágrimas que sus hijos derraman son el mejor pañuelo, el pañuelo seco que no tiene esperanza de volverse apañador, el pañuelo húmedo que siempre tendrá fuerzas para exprimirlo nuevamente y el pañuelo mojado que siempre tendrá la fuerza para decir “basta, necesito otro pañuelo”. Los padres presentes también lloran y son pañuelos de ellos mismos, aunque en la noche, de la noche a la mañana tengan que derramar sus lágrimas en ellos mismos.


Un día mamá me dijo que aunque crezca ella me seguirá mirando por un ojo con el microscopio, por el otro con el telescopio y yo le creí, porque ella siempre será mi gran mamá presente, ella el ejemplo de todos los padres presentes alumbrará este camino que a pesar que no estaba de acuerdo que yo tome lo tomé, y me apoya, porque es la mejor mamá presente.


Porque los padres presentes no huyen, se quedan, miran siempre adelante y te dicen todo, a pesar que nada, nunca sea nada y ese todo sea sus propias vidas envueltas en papel de regalo para navidad traídos por el papa Noel que ellos inventaron cuando éramos niños para no perder lo que nunca debemos perder en la vida: La esperanza.


Los padres presentes existen, míralos a tu lado, ellos son, aunque no quieras creerlo.



 
 
 

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