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Adiós

  • Alfonso E. Bocanegra Gamboa
  • 27 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

Jala una silla y siéntate al frente mío, esta mesa es nueva, la acabo de comprar, me costó el sudor de mi frente y el sudor de mi vista, no sé cuánto tiempo más estarás aquí, así que seré conciso y rápido, no tengo tiempo para sutilezas, ni versos compartidos con algún poeta, no tengo por qué decirte palabras que no quiero decir o perderme en el laberinto de escribir algo que no se me ocurre en este momento.


Fuimos la pareja perfecta, éramos como una luna al sol o un sol que sale al mediodía en agosto en esta Lima que dicen que es la horrible, éramos mucho más que publicaciones en el Facebook, éramos historias compartidas y versos revelados todos los días en los pies de mi computadora nueva que demoró en funcionar como tal, éramos los dos y nosotros sabíamos el significado de qué era estar uno al lado del otro.


Navegábamos todos los días en mares clandestinos y llenos de piratas, odiábamos a la gente normal y nos comportábamos como anormales en un mundo tan similar que hasta caminar de la mano aburría, así que a veces te cogía del cuello, del hombro, del codo, del trasero y hasta del alma para que todos se den cuenta que estábamos juntos aún sin que nadie lo sepa.


No quiero oír por ahí que dicen que fue tormentoso, porque a mi parecer no lo fue, fue como robarle todos los días la inspiración a cada uno de nuestros besos, fue como decirte en la oreja algo muy bajito para que nadie lo escuche y solo tú y yo sepamos que queremos decirnos, lamentábamos a cada instante la lejanía de nuestras casas y soñábamos con algún día tener la nuestra y montar caminos en el camino de nuestro cariño mutuo, ese cariño imposible que luego en un abrir y cerrar de ojos se transformó en amor.


No tengo palabras para decirte algo más, tampoco traerte mi guitarra para cantarte una canción del NOX con las únicas tres notas que me sé, solo quiero mirarte a los ojos muy hondo, y decirte que me digas ¿dónde estás?, ¿por qué te convertiste en guerra pudiendo ser paz?


Mírame un poco más al fondo de mis pesares que aquí al centro hay un corazón que también, y aunque no lo creas está roto, pero no tiene una rotura de Disney, ni de llagas que no lo dejan pensar, tiene un pequeño flujo de sangre indescifrable que sabe cómo vivir, que ha decidido librarse de todas las cadenas que le quedaban y correr por el mundo, sin un sol en el bolsillo pero con muchísimas ganas de comerse los sueños perdidos y los lamentos escuchados, porque no somos lo que parecemos, somos siempre lo que intentamos ser hasta que algún día sin ningún pretexto alguno ese intentar se convierta en realidad para ser lo que siempre quisimos ser: Indestructibles.


No quiero devolverte nada de lo que me diste, tampoco quiero que me devuelvas nada, eso es para niños y nosotros hace tiempo dejamos de serlo, quiero que me recuerdes como lo que tú quieras recordarme, como un pasaje de medio pasaje en el metropolitano o como un atún que abrimos cuando no teníamos que comer en el parque y lo compartimos con galletas.


No tienes que darme ninguna explicación ni tampoco tengo que darte ninguna, el amor siempre fue libre de sonreír, de llorar y de dejar que los corazones latan si quieren, no tienes que forzar nada, porque forzar es hacer doler y para hacer doler ya bastaron más de varios años.


¿Es un adiós?, Tal vez.


Me sentaré escuchar una canción de Silvio y me fumaré un cigarro para tener el entierro perfecto. Esta nueva casa está muy sola, solo hay libros y nada más, pero los recuerdos los hace uno mismo, los recuerdos se los lleva uno en la cabeza, para que en silencio se queden aquí en nuestros corazones, en ese último paradero del tren que olvidamos tomar juntos pero que ahora te lleva a Santiago y a mí a Cartagena, no sabemos aún si aparecerá un "Colón moderno" que nos enseñe el camino que junte esos dos caminos, pero mientras tanto toca disfrutar del viaje furtivo y como polizontes que afrontamos tomar; con miedo, sí, pero con todas las ganas de conocer los paisajes que la vida nos quiere mostrar.


Disfrutemos pues el momento, que la vida está hecha para disfrutarlos en un trueque eterno de palabras sin diccionario, de remordimientos por las frases que no dijimos y de correos que tienen más mentiras que verdades pero que la duda puede recriminar muchos años de confianza.


Anda si quieres, la silla no aguanta mucho tiempo, prometo que la próxima vez que vengas a mi casa compraré un juego de sala nuevo, quizá podrás echarte en el sillón que compraré, que debe ser de cuero, como me gustan y podremos prender el DVD y ver nuestra propia película que no tiene director ni auspiciadores porque a nadie se le ocurriría invertir su dinero en una historia que no entiende de leyes, de amores, de esperanzas y de calladas maneras de sonreír en veranos sudosos y en inviernos a las tres de la mañana con un ron en silencio y una lágrima que demoró en salir, pero que siempre estuvo allí.


Tómalo como desees, no es un adiós, las mejores historias jamás se despiden, solo dan un punto aparte y se vuelven versos nuevos con nudos diferentes.



 
 
 

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