Ya no estamos en Disney
- Alfonso E. Bocanegra Gamboa
- 17 ene 2017
- 3 Min. de lectura
Miras “La Sirenita” por primera vez en tu vida y te sientes fatal, no tienes ni ojos verdes, ni cabello pelirrojo, te toca pintártelo. Buscas por la avenida Tacna los lentes de contactos más baratos y sales a pasear con tu nuevo look de invierno otoñal, miras al chico que te gusta y antes que piense que tienes una linda mirada, dice: “¿Serán de verdad?”
Tomas de la mano a tu novia por la calle y esperas parar en la esquina, cargarla con toda la fuerza del mundo y hacerla dar varias vueltas mientras ella te mira. Recuerdas aquella película linda que inmortalizó tu amor e hizo vibrar tu corazón, intentas hacerlo pero te das cuenta que tus brazos no aguantan más de una vuelta, ella te mira extrañada y te dice: “¿Qué estás haciendo amor?, vamos rápido que se nos va el metropolitano”.
Estás en el parque mirando la luna, comienzas a unir las estrellas como quién quiere juntar el rostro de la persona amada, no puedes, en Lima no hay estrellas suficientes.
Has memorizado el discurso de tu película favorita toda la noche, te has esforzado, también leíste el libro de poemas que compraste en oferta hace unos días, estás preparado, le compraste un anillo al Hippie del centro cívico, no puedes estar tranquilo, falta una hora para tu cita y el reloj no avanza, vas al lugar indicado, ella llega quince minutos tarde, el tráfico de Lima es terrible, la besas en el cachete, te pregunta a donde van y crees que es mejor decírselo ahorita y pasar la tarde como novios a terminar la noche como tales, la miras, ella te mira, levanta la ceja, te acuerdas de la primera palabra y un “Chiclet´s” asoma entre ustedes, lo compras, la inspiración se ha ido. Atinas a decir: ¿Quieres estar conmigo?, ella te pide tiempo, tú piensas: “Yo también perdí el tiempo”.
Te sientas a la computadora a escribir el mejor poema del mundo, todo está listo: la página en Word, el cenicero, los cigarros más caros que pudiste comprar, el diccionario para ponerle más picante al asunto y tu libro de Paulo Coelho para inspirarte. Suspiras, no sabes que decir ni que hacer, escribes cosas como: “Te amo…”, “Lo mío será eterno”, “Nunca le había dicho esto a nadie…”, “Señorita preciosa…”, “Querida princesa…” Al terminar te sientes el nuevo premio nobel de literatura o la gran promesa de los escritores jóvenes peruanos, se lo mandas y su respuesta es tan genial como la carta: “Está bonito” y tu mirando tu reflejo en la pantalla de Word dices: “Sí, eso es lo malo, está bonito”.
Te despiertas de madrugada sudando, el calor en Lima está fatal, pero no solo es por eso, soñaste el sueño que siempre quisiste soñar: Él llegaba a la iglesia con un frac blanco, hermoso, tú en una limosina enorme, larga como en la película de la noche anterior, te hiciste la interesante, llegaste diez minutos tarde y el sudaba la camisa de seda, sonó la marcha nupcial y tu cola la cargaban muchos niños todos vestidos igualitos, tu padre te levantó el velo, te dio un beso en la frente, te entregó como quien se entrega el mayor tesoro, él te miró y te dijo: “No tenías que ir a la universidad a las 7” ¡Mierda!, el sueño era eso, y corriste a la ducha.
Entras a una página de venta inmobiliaria, buscas departamentos, han juntado dinero durante varios años y han decidido por fin dar el primer paso: ¿Miraflores?, te asustan los precios, ¿La Molina?, tienes dos canicas que los haces llamar ojos por un momento, ¿Barranco?, te respondes a ti mismo: “Me dan miedo los tsunamis”, ¿Pueblo Libre?, te paras de tu silla, miras tu cuenta bancaria y te respondes: “¡Vamos!, San Juan de Lurigancho es un distrito emprendedor”
¿Cuándo dejaremos de estar en Disney? Esta noche cuando por Whatsapp te llegue ese mensaje:
“Buenas noches, mañana toca trabajar”.

Comentarios