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Algún día Morgana

  • Alfonso E. Bocanegra Gamboa
  • 3 abr 2017
  • 3 Min. de lectura

Seré el primer hombre en su vida que tocará toda tu piel, desde el principio, hasta el final, pasaré por cada resquicio de su cuerpo para conocerlo mejor y que mis manos como grandes hojas de árbol de invierno reconozcan tu ser, tus ganas de vivir, de ser y de querer saber ¿dónde queda el mar? Y por qué las mariposas se vuelven tan lindas cuando no lo eran antes. Seré tu primera aventura en este arte hermoso de poner la piel de gallina.


Seré el que le diga que “sí” a todo, incluso a las cosas que sé que están equivocadas, es mejor que se tropiece con la piedra y esté yo ahí para levantarla, a que la piedra la aplaste para toda la vida y nunca pueda levantarse. Seré su apedreador oficial.


Seré un centinela en la noche, en las madrugadas, en sus primeras fiestas de quinceaños, esas en las que no pueden ir los papás, me disfrazaré de árbol, de alfil de ajedrez, de peón, de hombre de la noche o de Jack Frost para saber si su vida anda por donde creo que debe andar, la miraré de lejos tomar su primera cerveza y su primer vaso de ron, para compartir juntos algún día ese alcohol interminable de las libaciones nocturnas, la miraré de lejos, botaré mi primera lágrima de amor por su nueva vida de adolescente y diré seguramente: “¡Ya creció, la puta madre!”


Seré su cocinero favorito, haremos ravioles con queso, pollo a la strogonoff, sudado de pescado, panes con pollo para la lonchera y en nuestra casa tendremos un gran agujero para hacer pachamanca, un día seguramente querrá probar otros platos, otros gustos, pero siempre con el recuerdo de la cocina con amor, seré su mejor chef, el chef que le da de comer a toda hora “amor con huevo frito”.


Seré su sueño todos los días, un cuento, dos poemas, una canción para dormir. Soñará con dragones lanzallamas que no quieren nada con princesas o príncipes aleonados que se esconden de los reinados, será una luz en la imaginación y una gloria en cada palabra, dirá que no cree en los cuentos de Disney, pero como le gustaría conocer a quién la ame por siempre, será mujer y de eso se encargará su mami.


Seré el mejor juguete de su colección, caballo de palo, ave que sobrevuela los tejados, avión sin piloto, pony saltarín, pequeño Volkswagen de colección (porque no podría ser un Ford) y hasta modelo de pasarela para sus vestidos. Seré todo lo que ella quiera que sea y si un día lo decide y trabajaré para ser eso, también seré su amigo.


Seré su paracaídas para los días festivos, su barco en altamar cuando se ahogue con las tareas, su mediodía en invierno para abrigarla con mis brazos y su capa de héroe para cuando necesite cruzar el océano sin nadar pero volando, seré su fantasía y sus ganas de decir: “Si él lo logró, también lo haré yo”.


Seré un paso que esté delante suyo, siempre guiando, siempre queriendo, siempre amando algunas cosas de ella que ni ella se imagina, seré un buen guía en este mundo lleno de caminos desvelados que no tienes por donde ir, seré la mano que tome su mano, pero también sabré que un día tengo que soltarla para dar la posta a quién decida robármela.


Seré el fantasma de sus noches cuando la luz esté apagada, ese fantasmita amistoso que la cuida y que pide que no le tengan miedo porque las noches no comen, porque los monstruos de debajo de la cama no existen y si es que los hay serán sus amigos, le enseñaré que en esta vida podemos ser amigos de todos, pero no todos merecen nuestra amistad.


Seré algún poeta caminante que le escriba de vez en cuando notas al borde de su cama y que restriegue sus penas en las noches cuando alguna persona la haga llorar, no le negaré las lágrimas, tampoco me vestiré de lino para ahuyentarle nuestra realidad, seré su más grande cable a tierra con una pequeña pizca de humor, amor y sabiduría.


Seré siempre alguien que sea su amigo, su gran amigo, su gran compañero para cualquier día y si ella se anima, porque no pienso enseñárselo, y me dice esas palabras tienen que nacer de ella, si se anima, me busca en la noche, me abraza, me da un beso husmeado por los rincones, me haría realmente feliz que su boca me diga en ese momento: ¡Papá!





 
 
 

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