Profesor, tiene que retirarse
- Alfonso E. Bocanegra Gamboa
- 29 dic 2017
- 4 Min. de lectura
Tengo 29 años, me han roto el corazón más de 29 veces, eso quiere decir más de una vez por cada año de mi vida, pero nunca como aquella tarde en donde no hubo sol, tampoco lluvia para no ser melodramático, pero me dijeron la frase más dolorosa de mis últimos seis años de vida.
Cuando a uno le rompen el corazón, puede superarlo, es simple, salir a caminar, comer un helado, leer un buen libro o escuchar música relajante encima de la cama mientras fumas un cigarrillo y el techo es tu mejor aliado, también hay otras formas, como solo pensar y creer que esos pensamientos se van a ir contigo al otro mundo donde no hay nadie y siempre queda estar solo.
En seis años entregué muchas cosas que no pienso reclamar, porque ninguna de ellas podrá ser pagada ni con la más grande indemnización que el ministerio de trabajo me exige que pida, ya no hay resoluciones, solo me sacaron como quien se saca un estorbo de encima, dándole un pedazo de pan con azúcar y pasas y adiós, no fuiste nada, nunca fuiste nada y todo lo que dejaste aquí, aquí se queda.
Quiero dejar en ese lugar mis sueños conquistados, porque cada sueño que le planteaba a mis alumnos también era mío, también me lo ponía al hombro y lo cargaba como una mochila que sabe el peso que lleva encima, cada uno de esos sueños eran como pequeños granos de arena en el mar diciéndome: “Vamos, avanza que algún día lo vas a lograr”, sus sueños eran los míos, a pesar que no lo decía así, su vida también era la mía.
En cada palabra que les regalé les entregaba no solo charlas que motivaban cada montaje sino también les daba palabras que me hubiese gustado que me den cuando yacía por ahí en mis años de colegio, porque no se recuerda al profesor que no te dijo nada y solo te enseñó a sumar, restar o dividir, sino se recuerda a aquel que te dejó algo para el mundo y para la vida, para esa lucha de todos los días llamada rutina, para tu carrera, así no sea la artística.
Sonreí con cada uno de sus logros y me enojé cada vez que decían que no podían, no por malo ni por huraño, sino porque estoy seguro que toda persona más allá de sus sueños puede soñar un poco más y ustedes aprendieron que todos somos soñadores en un mundo en donde ya no hay más sueños por lograr sino los sueños de papá, mamá o de toda la familia, esos sueños colectivos que son de uno y que se tiene que hacer, solo porque se tiene que hacer.
Ese canto constante del “tú puedes”, “sácale la mierda al día a día” o el ya clásico entre nosotros “mátalos a todos”, no era solo un estribillo cantado para darnos fuerza en cada clase, ensayo, presentación o concurso, sino era una forma de vida, una manera de sacarle la lengua al mundo y decirle de verdad y sin ningún tipo de remordimiento: “Yo escribo mi futuro, tu solo mira como juego mi partido”.
Hemos jugado juntos en todo lugar, en un salón de clase, en un escenario, en el aula de teatro, bajo las cortinas y sin ellas, hemos criado juntos un lazo de amistad que nadie separará aunque nos separen paredes de una comunidad que está en pañales, aunque nos griten a la cara las mentiras que para ellos son verdades y mis verdades que seguramente para ellos son mentiras. Juguemos amigos y denme la hermosa aventura de ser su maestro en el juego de la vida que es un sueño y en este sueño los quiero acompañar.
Siempre estaré allí, en esas paredes de donde me sacaron con una sola frase elegante y hermosa: “Profesor, tiene que retirarse”, en cada lugar de ese lugar en donde tantas veces dejé mi sonrisa y hablamos con todos ustedes no solo sobre las clases lectivas, sino sobre las clases sobre la vida, esas clases que a mí también me falta aprender, pero algo supe decirles en un consejo, de este conejo joven que soy yo.
No soy vengativo con nadie, ni quiero que a nadie le vaya mal, pero en este ir y venir del carajo como dijo alguna vez el maestro Gabo, todos tienen lo que le pertenece, todos tienen lo que cultivan y todos tendrán algún día (y ese día nunca es tarde) lo que la vida les ha preparado para cobrar su deuda en un mundo lleno de deudores y no de dinero, sino de momentos malos que le hacen pasar a las personas buenas.
Gracias por la frase, gracias por tanto amor luego de casi cuarenta victorias en seis años de concursos, gracias porque me enseñaron en un resumen tan pequeño lo que sintieron por mí y por todo lo que les di, ¿saben?, no me importa, porque me quedo con todo lo que mi corazón me dio, porque lo que se da con el corazón, no se pide con el hígado y siempre seré el que entregó todo, no esperando nada y a pesar de ello no le dieron nada, ¡qué va!, no importa, dejo mis ideas y esas son las más difíciles de sacar de un lugar en donde tanto corazón dejaste y en donde tanto corazón recibiste.
Hasta siempre lugar de Huachipa, gracias por esas palabras que partieron mi corazón para siempre: “Profesor, tiene que retirarse”, no se preocupen, un desayuno, una canasta y un festejo no hace de mi día un día feliz, pero sí hizo de mí un día diferente en donde me di cuenta que no siempre se paga con el corazón, lo que se hace con el corazón.

Comments