top of page

De vagabundo a papá

  • Alfonso E. Bocanegra Gamboa
  • 26 feb 2018
  • 3 Min. de lectura

Si me dieran a elegir dos caminos, en donde me hagan la pregunta: ¿Quieres ser papá?, seguiría eligiendo el mismo, este en el que ando, este en el que sueño todos los días, así mis ojeras hayan crecido o haya envejecido en un año lo de veintiocho.


Porque desde aquella noche en donde por primera vez escuché su voz hecha llanto y mi llanto enterneció a la enfermera que hasta me preguntó: ¿Es su primera hija?, a lo que yo nunca respondí, porque eso es ser feliz: llorar sin saber por qué, amar sin pedir nada, buscar respuestas sin ni siquiera saber las preguntas.


No me importa tener noches en vela esperando que un moquito salga por sus fosas nasales, o escuchar decir a mi esposa con todo el amor del mundo: “Pásame un pañito húmedo”, te paso todos los que quieras mi amor, así sea a las dos, tres, cinco u ocho de la mañana, la sonrisa de Morgana no tiene precio, porque todas las mañanas pagan el precio de su llegada.


Es cierto que los pañales se han vuelto mis mejores amigos y su olor, el olor rutinario de mi cuarto que antes olía a “Osadía hombre” o “aceite para barba”, he cambiado olores de grande por olores de bebé y su solo fruncir de ceño hace que toda mi filosofía caiga para convertirme en su esclavo, el esclavo de una reina que aún no sabe hablar.


Mi música sigue siendo la misma, pero los estrepitosos sonidos rockeros de mi adolescencia se han convertido en xilófonos lentos y pequeños clavidorquios de madera que buscan hacerla dormir, entre paisajes y flores, entre lunas y soles que no saben por dónde encontrarse para entrar a mi cuarto.


Mi cama ya no es cama y es una cuna gigante, mi espalda se está acostumbrando a amarse con la madera y tienen mucho tiempo de amantes furtivos, de amantes procaces, de amantes que no se aman de verdad, pero duermen juntos, porque el amor, desde hace un mes, está en el aire.


Escribo poco, pero imagino mucho, su llegada fue el retorno de la inspiración de la que nunca creí, pero que hoy creo, porque ella me ha hecho creer en todo lo que no creía antes, en luces de neón que traspasan noches sin estrellas en el cielo de Lima, en duendes que están escondidos detrás de los arcoíris, en pequeñas luces que se asoman por la madrugada y quieren tocarla y sobre todo en sus pequeños movimientos lentos por las noches en donde me despierto intempestivamente para tocarla y preguntarme: ¿Aún respira?


No es una muñeca, ni tampoco una princesa, es un ser pequeñito que crece todos los días y todos los días lo va haciendo bien, me da tiempo y energía para buscar el vil dinero que siempre se necesita pero que nunca llega solo.


Despertar, es solo descansar del sueño y dormir es una utopía extraña de aquellos remotos tiempos en casa de mamá, en donde mi cama me abrazaba por más de diez horas seguidas y otras tres horas sin dormir, pero mirando el techo.


Me he convertido en papá y soy feliz, busco algún motivo para no estarlo pero no lo encuentro, es cierto, no tengo nada, me falta todo, pero eso no importa, porque su luz está a mi lado y me lo repite todos los días cuando reniega porque la teta no llega rápido o un hipo maldito no la deja dormir parejo, o una mosca atrevida se quiere atrever a tocar su frente heredada por mí.


Todos los días su despertar es la misma canción que me hace llorar y me hace sentir que vivo:


“Eres mi padre, mis ojos te lo dicen, mis manos en tu pecho y este amor, que aún no puede hablar, pero que hace sentir y ese, el que hace sentir, es el amor más puro”


 
 
 

Comentarios


Featured Review
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Tag Cloud

© 2023 by The Book Lover. Proudly created with Wix.com

  • Grey Facebook Icon
  • Grey Twitter Icon
  • Grey Google+ Icon
bottom of page