Morgana, seis meses después
- Alfonso Bocanegra
- 25 jul 2018
- 3 Min. de lectura
Mírame y dime “papá”, balbucea despacio mi nombre y la canción que tantas veces te he cantado y me canto a mí mismo al dormir para sentir que estás conmigo, duérmete pequeñita en mis brazos y dame la seguridad de que cuando me mirarás a los ojos, ellos brillarán porque me mirarás con tanto amor, que hasta el otro lado de la luna se iluminará al sol.
Siéntate conmigo y tomemos un café juntos. Como has crecido Morgana, ya no eres la pequeña que no quise cargar en la sala de partos, la que no me atreví a tocar hasta dentro de dos semanas, la pequeña que tenía las piernas tan delgaditas como palitos de croché, que hilan e hilan madejas de lana para construir el mejor abrigo para este invierno crudo que me toca vivir sin tu abrazo y sin tu calor, con ese sudor heredado por mí y esa efervescencia de no querer ropa que te apriete, porque la libertad corre por tus venas.
Vamos a caminar por Barranco, el mar alimenta los sentidos y hace olvidar las nostalgias, la sal cura heridas y cicatriza recuerdos, por eso el mar es como es. Siente en tus piecitos pequeños la brisa, y dame un abrazo para calentarte, porque no hay amor que no se sienta cuando un corazón late y no sabes cómo late el mío por ti.
Me despierto de mañana con tu nombre en mi boca y aunque me esconda de aquí para allá por dineros que no puedo pagar y en mis bolsillos no haya ni para el té, ¡no importa! porque los sentimientos no conocen de cuentas bancarias ni de créditos inmobiliarios, solo miran de lejos el corazón y se apasionan tanto que hasta las voces se olvidan de gritar ronquidos, en ese mar inmenso que es mi amor por ti.
Dame la mano mi amor y no crezcas más, sé siempre la bebé que al nacer tuvo tanta grasita como lágrimas de mis ojos al verte por primera vez, esa noche mágica en donde sin ningún rasguño me dijeron: 3, 390 kg, 28 cm, 10:55 pm y nació el milagro que tanto esperé y que hoy crece como haciéndome recordar que cada día soy más viejo y lo único que quiero es ser es más sabio para ti.
Voy aprender a cantar las canciones que quieras, a tocar la guitarra en sol sostenido y recitar poemas de niños que tu escribas. Le escribiremos cartas a tus amores y te veré amar por primera vez para que al caerte yo pueda levantarte, ser tu paño de lágrimas y tu mejor amigo en este camino jodido que es la vida, tú en tu lado y yo en el mío, pero siempre mirándote por el telescopio para que sepas que papá siempre lo tiene todo para ti y lo que no tiene lo consigue en un dos por tres y en un tres por dos con tal de tener tu sonrisa a cuestas en una mañana a tu lado, despertando con tamales en la mesa del desayuno.
¿Quieres volar conmigo?, pues hagámoslo juntos mi amor, porque si de retos se trata no hay límites que valgan. Vamos a volar por el mundo, a conocer mundos distintos en este mundo tan extraño, a conocer más lugares que no olviden sus nombres y si los olvidan estemos allí para recordárselos, conocer la historia de los pueblos y entenderlos juntos para que cuando crezcas tengas mucho que contar a los tuyos, a los míos y a los nuestros que siempre serán tuyos.
No te olvides del bloqueador cuando llegue el verano que tu piel es tersa y no la queremos perder, no te olvides de la chalina en invierno que seguramente así como mis ojos también has heredado mis amígdalas y en todas las estaciones nunca olvides el corazón, porque el cuerpo puede estar caliente y la garganta fría, pero el corazón siempre debe estar temperado con tu nombre que deber ser tu espada en todas tus batallas y tu escudo ante el amor que debes encontrar.
No voy marcarte el camino de tu vida, pero si te seguiré por el camino que quieras elegir, para susurrarte al oído y muy despacito:
“Morgana, eres inmortal”

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