top of page

Quizá no era tan malo (Carta póstuma)

  • Alfonso Bocanegra
  • 9 ago 2019
  • 5 Min. de lectura

¡Discúlpenme!, discúlpenme pero nací siendo malo, él me hizo nacer a la fuerza, cuando aún yo no quería venir a este mundo. Recuerdo que me sentía seguro y caliente entre las piernas y el vientre de mi madre cuando me arrebataron ese calor y me colocaron en una caja porque me habían “escogido” entre todos mis hermanos. Era el primero, por ende el más fuerte y hábil de todos y decían que “valía más”.


Cuando era cachorro mi comida preferida eran las piernitas de pollo, al comienzo movía la cabeza porque comerlas crudas era un poco desagradable, pero mi dueño decía que así tenía que ser y yo le creía, él nunca me acariciaba, pero con darme comida me demostraba que le importaba y eso para mí era suficiente.


Tenía otros compañeros conmigo con quiénes jugaba a las “mordidas”, todos éramos pequeños y fuertes, esa era la frase que siempre nos decía él: “Ahora son pequeños y fuertes, luego serán grandes y muy fuertes”, todos soñábamos con algún día serlo, quizá allí nuestro dueño nos de alguna caricia o simplemente se sienta orgulloso de nosotros.


La primera vez que nos hizo pelear fue entre todos, yo no sabía que era, pensé que el juego de las mordidas solo había cambiado de nivel, pero de pronto un instinto diferente se apoderó de mí, no sabía que tenía pero me descontrolé, olvidé que el otro cachorro que estaba a mi lado y que veía sangrar era como mi hermano, nos habíamos criado juntos mucho tiempo, pero algo en mí me hacía saltar sobre él y si se defendía entonces yo le pegaba más fuerte, hasta que lo vi tendido en el piso, mi dueño nos separó, me miró muy asustado, pero su rostro cambió inmediatamente y dijo con una sonrisa enorme que nunca le había visto: “Ese es mi campeón” mientras veía como mi compañero se arrastraba, pero él no hacía nada para curarlo, “Los débiles deben morir” le decía, mientras mi pequeño compañero lloraba de dolor.


Así fui creciendo y algo en mí también lo hacía, un instinto que mi dueño creaba en mí, haciéndome morder todo lo que podía, y el olor a sangre se convirtió en mi favorito, ese olor hacía despertar ese monstruo que no quería que salga, pero que el amor por mi dueño lo hacía salir para que se sienta feliz.


Las peleas fueron continuas y yo era el campeón de todos, no solo de mi dueño, sino de todos. Me respetaban muchísimo, entrar en ese trance extraño me hacía sentir grande: “Grande y muy fuerte” por fin me había convertido en lo que mi dueño quería que sea, a pesar que yo luchara para que “Eso” no se apoderara de mí.


Una tarde, en una pelea contra otro perro, sentí algo que nunca había sentido. Cuando ya tenía a mi contrincante en el piso casi con la oreja salida, vi su rostro, sus ojos me pidieron por favor que no siga, que estaba sufriendo mucho y de golpe paré, ese instinto que me poseía me dejó y solo quise correr a las faldas de mi dueño arrepentido de lo que había hecho, vi como mi compañero murió delante mío y juro por el calor del vientre de mi madre que algo en mí murió con él también.


Esa noche no pude dormir, recordando los ojos de mi compañero muerto, pero mi dueño me tenía preparada una pelea más dentro de dos días.


Esa pelea fue la peor de todas, no podía moverme, ese instinto que me poseía no lo hizo y mi contrincante me golpeó muy duro y yo sabía que me lo merecía y quería morir como lo hizo mi compañero de la pelea anterior.


Al llegar a casa mi dueño estaba muy enojado, “Los débiles deben morir”, dijo mientras tomaba un gran fierro entre sus manos dispuesto a golpearme. ¿No te acuerdas todas las alegrías que te di?, ¿te acuerdas cuando era yo tu campeón?, ¿no te acuerdas las pocas veces que me acariciabas y me decías que te sentías orgulloso?, pensé.


El primer fierrazo me cayó en el lomo y sentí que el alma se me iba con ese dolor, con el segundo algo en mí volvió a poseerme, “¡No, con él no!”, dije, pero ya tenía su pierna entre mi boca disfrutando ese olor a sangre, mientras él gritaba que lo salven, todos los vecinos vinieron y cuando reaccioné él estaba con la pierna desangrada y solo decidí correr e irme de allí.


La vida en la calle era muy dura, tenía que luchar con otros perros por mi comida y el instinto siempre me ayudaba, eran pocos los humanos que se me acercaban y yo no quería, pero algo me hacía hacer cosas muy malas que no quería hacer, a mis compañeros perros, a mis amigos gatos, de los que maté muchos, sin querer hacerlo.


¿De verdad no pueden entender que ese “algo” no podía controlarlo?, ¿qué ese “algo” lo hicieron nacer en mí desde pequeño y solo sale y no lo puedo detener?


Intenté buscar amigos humanos que me quieran, pero todos repetían lo mismo: “Ese perro es malo, tienen que matarlo”, ¿pero saben? En algún momento llegué a pensar que tal vez eso era lo mejor, que este perro malo que era yo, debería morir de una vez.


La última noche de mi existencia dormí en un césped muy caliente preguntándome a donde iremos nosotros los perros, ¿será tal vez que somos solo compañeros de viaje de los humanos o en realidad ellos nos acompañan a nosotros? Pensé en mi mamá y en su vientre calientito, en mis hermanos y cuál será el paradero de cada uno de ellos mientras yo estoy aquí, solo, disfrutando de esta brisa fría que congela mis huesos y me hace temblar.


Por la mañana, un humano me trajo el desayuno, pensé que como todos tendría miedo, pero se acercó y el hambre voraz de todos los días me hizo comer sin oler, el instinto quiso despertar, pero algo en mi dejó de funcionar poco a poco desde que comí mi desayuno, sintiendo el dolor que hice sentir a todos mis hermanos sin quererlo, a mis amigos perros de tantas peleas con ese dueño que me tocó cuidar, a mis amigos gatos que se iban inmediatamente después de que los mordía y sobre todo vi nuevamente los ojos de aquel primer perro a quién ataqué cuando ese instinto entró en mí, sentí tanto dolor, que no me dolía nada, me dolía más el corazón por todo el daño que hice sin darme cuenta que quizá yo no era tan malo.



 
 
 

Comments


Featured Review
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Tag Cloud

© 2023 by The Book Lover. Proudly created with Wix.com

  • Grey Facebook Icon
  • Grey Twitter Icon
  • Grey Google+ Icon
bottom of page